La cavitación es uno de los métodos no quirúrgicos que existen para combatir la grasa localizada. Se trata de una técnica indolora y no invasiva, pensada especialmente para tratar los cúmulos grasos que resultan persistentes pese a llevar una dieta equilibrada y a realizar el suficiente ejercicio.
La cavitación recurre a los ultrasonidos de baja frecuencia para actuar, por medio de aparatología específica, en aquellas zonas donde el tejido adiposo resulta excesivo y aparece la celulitis. Como explica la Sociedad Española de Medicina Estética, los ultrasonidos son ondas vibratorias que pueden aplicarse a distintas frecuencias y con distintos fines, desde actuar sobre las adiposidades para intentar disolverlas, hasta tratar problemas circulatorios o de retención de líquidos.
En el caso de la cavitación, el objetivo es lograr la acción directa de esos ultrasonidos, dirigiéndolos justo a las áreas corporales donde se concentra la grasa, para que actúen sobre las células adiposas desde su interior, es decir, consigan romper su membrana logrando su disolución y posterior eliminación a través de la orina o del sistema linfático.
Un tratamiento de este tipo requiere un examen previo que determine el número de sesiones que serán precisas, teniendo en cuenta el tipo de grasa que se quiere eliminar y también su localización. Puede resultar eficaz a la hora de combatir áreas muy concretas y especialmente problemáticas, como pueden ser las caderas, la grasa que se acumula en las rodillas, en la cara interna de los muslos o las siempre difíciles “cartucheras”.
Este tratamiento siempre esta acompañado de presoterapia, que realiza drenaje linfático y mejora la circulación sanguínea.